Hacer las mismas cosas a las mismas horas todos los días


El bebé entra en una dinámica acorde con el hogar: Si la familia tiene un orden en su horario, el bebé adquirirá ese horario, y si vive en una casa un tanto anárquica, esa anarquía se trasmitirá al horario del pequeño. En los grupos de juego y jardines de infancia, por ejemplo, se lleva un horario “estricto” de desayuno, almuerzo, siesta y merienda. El pequeño se adapta rápidamente a estas rutinas y las espera con agrado.
Es fundamental que el bebé sepa qué va a ocurrir después de…
Sin sentirnos prisioneros de nuestras rutinas, dejando fluir el día a día de una forma rítmica, con mimo y serenidad. De esta forma se siente seguro, sabe que el mundo funciona del modo que él conoce y puede controlar. Los cambios tienen que darse paulatinamente, siempre con explicaciones.
Realizar ciertas actividades (el paseo, el baño, la cena…), siempre a la misma hora, favorece que el pequeño vaya adquiriendo un horario regular. Si sabe, por ejemplo, que alrededor de las cinco van a la plaza, que al volver lo bañarán, que después le darán de cenar y que finalmente lo acostarán y le contarán un cuento, aceptará todo de buen agrado, sintiéndose además feliz y sereno.
Ayuda a mantener el hábito que el momento de la comida sea relajado, sin distracciones ni interferencias. También conviene no prolongar mucho el tiempo. Una media hora es suficiente, y en el caso de que se muestre inapetente, es mejor no insistir y esperar a la próxima comida, sin dar extras entre horas. No hay que forzar, apurar ni gritar. Comer debe ser algo placentero y rodeado de afecto.
En cuanto al sueño también hay que respetar la hora de acostarse, y preparar ese momento mediante una secuencia de acciones que conviene repetir cada día en el mismo orden: baño, cena, lavado de dientes, pis, pijama, despedirse del muñeco y del osito, beso de buenas noches… Se trata de un rato especialmente afectivo en el que podemos incluir un cuento, una canción… sin demoramos demasiado, pero también sin apuro. No como un trámite para el sueño, sino com un ritual, dando toda su importancia a ese momento tierno de las buenas noches que lo ayudará a tener felices sueños.
Investigadores y estudiosos en el área de la crianza y educación infantil sostienen que las rutinas, al hacer que los acontecimientos sean predecibles, tienen una influencia favorable en padres e hijos, porque les proporcionan estabilidad en un mundo que de otro modo resultaría algo caótico. Fomentan un sentido de cohesión y satisfacción general en la vida familiar, hacen que los chicos se sientan conectados e incluidos en su familia, dan seguridad y comodidad.
El orden predecible de lo que hacen les da seguridad:
Imaginemos que vamos a contratar un viaje organizado para conocer un país exótico. «¿A qué hora llega nuestro avión al aeropuerto de ese país?», le preguntamos al señor de la agencia.
«Depende, a veces llega por la mañana, pero a veces se atrasa y llega por la tarde». «Pero habrá alguien de la agencia esperándonos», suponemos. «Probablemente, pero nunca se sabe a qué hora aparece», nos contesta el empleado con una sonrisa.

Nos sentimos más seguros cuando sabemos lo que va a pasar. Además, necesitamos que se nos respeten al menos ciertos hábitos, unos mínimos horarios y rutinas. Cuando la vida se convierte en continua improvisación, en permanente incertidumbre y desorden, lo pagamos con estrés y trastornos en nuestra salud tanto anímica como física.
Sintonicemos nuestros propios ritmos con los de la naturaleza, de una forma real, sin imposiciones. Organicemos nuestro día en nuestro beneficio y para nuestro bebé. 

Método Montessori: aprender es un premio


El programa está centrado en el niño y basado en el respeto por sus habilidades naturales; se centra en la educación motriz, sensorial y del lenguaje. Para educar a los niños, analiza su potencial completo y los incluye en un "ambiente preparado", un arreglo cuidadosamente planeado del medio ambiente, del equipo y de los materiales, sobre lo que avanzan en una secuencia graduada de lo simple a lo complejo. Los niños aprenden de su propia experiencia, de la mano de hábiles maestras instruidas en el método, que proporcionan apoyo y ayuda y que observan cuándo los niños están listos para pasar a la siguiente etapa. Los pequeños eligen sus propios materiales, que están diseñados para que ellos mismos puedan percibir si los están usando correctamente. El método fomenta el desarrollo moral al enfatizar el orden, la paciencia, el autocontrol, la responsabilidad y la cooperación.

Ya en su época, su deseo más profundo era “educar para la paz”empezando por encontrar la paz en uno mismo. Para conseguir este objetivo, María Montessori nos propone lo siguiente:

· Mezclar los niños por edades: Responsabilizando a los mayores, dándoles la oportunidad de enseñar ellos mismos a sus hermanos. Dejar que los más pequeños imiten a los mayores y aprendan de ellos. Evitar de esta manera la competencia para favorecer la empatía. Y dar a todos la posibilidad de ver la enseñanza en su globalidad: ver de dónde venimos repasando todo lo que hemos aprendido, y ver hasta dónde vamos a ir: todo lo que nos queda por aprender.

· “Los niños no hacen lo que quieren sino que quieren lo que hacen”: El ambiente está preparado de tal manera que permite la libertad de movimiento y la libre elección del material en función de las necesidades de cada uno. Los niños de esta manera tienen la oportunidad de desarrollar sus capacidades y dones hasta llegar al máximo de su potencialidad.

· Aprendizaje individual: La maestra no dice al grupo clase lo que hay que hacer. Sino que guía a los niños de uno a uno o en pequeños grupos.

· Aprender es un premio: En una clase Montessori no existen ni premios ni castigos, el premio es descubrir, aprender, crear… Los niños tienen un deseo innato por el aprendizaje.